martes, 26 de junio de 2018

PUNTO FINAL

Al finalizar mi última epístola y quizás la más sentida de mi sufrida existencia, he querido dejar constancia de tu paso fugaz por este valle de lágrimas.  Seguro que estos remiendos de palabras que escuchas en el remanso de la eternidad, se conviertan en acordes melodiosos a tus suaves oídos y convencido que desde lo infinito, por siempre estés acompañando mis pasos por estos caminos pedregoso de la vida, que me toco transitar.
De tu aspectos físicos son muy pocos los rasgos que a un conservo, mis confusos episodios de niño no me permiten recordarte como hubiera querido que perduraras por siempre en mi memoria. A pesar de lo dicho, quiero que sepas que nunca me he olvidado de ti.
Te recuerdo responsable y entregada a tus retoños, superando los obstáculos para que tuvieran algo de comer así fuera arroz blanco, adornado por un pedazo de panela raspada. Por las tardes, con pedazos de ropa usada y retazos de tiras viejas, recogido entre las personas de confianza,       empezabas a confesionar nuestra ropa de uso personal. Con una hoja de cuchilla de doble filo en vez de tijeras, empezabas a moldear el montón de tiras y por la noche, a la custodia de una lámpara de gas; con la paciencia que te caracterizo, a agujas y dedal empezabas a armar aquel lio de tela. Por la mañana, luciendo ropa nueva, yo, estaba arreglado para asistir a la escuela. Así aprendí a vestir de la mejor manera y a tu complacencia, arte que agradezco y que a un conservo.
De palabras cortas pero sinceras, de consejo sabio, extrovertido y elegante, así quiere recordarte por siempre, tu niño consentido. Sufrida, respetuosa de la diversidad social y tolerante como ninguna otra, vivirás por siempre: Isabel, la mujer más hermosa y mejor educada que hubo en el pueblo, mi madre. Amante de la pulcritud, donde cada objeto y utensilios ocupaban un lugar específico dentro de la casa; obsesionada por un ambiente sano, te suelo recordar, cada día de mi vida.        
Antes del punto final, he empezado remembrando ciertos episodios que escasamente olvidare. Tu repentina partida a ese anhelado paraíso, me provoco una gran frustración, personalmente no me pude despedir de ti, que era lo que hubiera deseado, me quedaste debiendo el anhelado abraso y que espero recibir el día de nuestro segundo encuentro.
Mi condición de huérfano, me llevo a enredarme con personas de todos los talantes: Gente buena que me considero, las que aprendí a valorar, agradecer y apreciar, les he tratado de corresponder de la misma manera por el resto de mi existencia. Pero el destino también me arrojo a conocer personas de muy mala índole, que me desconsideraron y me trataron como la basura en la que me convertí, la última semana de septiembre, la noche que tú partiste a la eternidad. En esos momentos de mi vida fue cuando más te necesite, lo sobre lleve con melancolía y resignación, un llanto constante y siempre en secreto, cada día que me acordaba de ti. 
El vulgo asume el llanto como un acto de cobardía y no como sentimiento de dolor, desarraigo y tristeza, por lo que atravesamos los seres humanos en nuestra miserable existencia. Motivo por el cual me contuve de llorar en público, solo para evitar ser objeto de críticas, burlas y sarcasmo en esta sociedad que perdió el respeto por el dolor ajeno. 
En el tiempo de tu mortal enfermedad, la comunicación se limitaba a una carta, que bien podía llegar a sus destinatarios una semana después; para nuestra suerte llego ese mismo día cuando finalizaba la tarde. L a misiva era un montón de garabato, un enredo  difícil de interpretar, pero a medida que se ahondaba en él, la información era cada vez más clara: Tu vida peligraba cada hora que transcurría, te encontrabas en muy mal estado de salud y que deseabas ver a tus hijos para abrazarlos y despedirte de ellos para siempre.
                                                               I
                                                  
Por la mañana, piloto y provero responsables de llevarnos a buen puerto, emprendieron el viaje de partida a la vía vehicular más cercana: Puerto Caimán, en la Isla de salamanca. Recorrimos un tramo del casco urbano, que no navegaba un tiempo atrás, esquivando una que otra canoa y ciertas casas, por el norte salimos a las afueras de el Morro. Disminuyendo aun más la velocidad, el motorista reviso el equipo de viaje, confirmada su inquietud, trazo coordenada con la isla de los pajaritos, al otro extremo de la planicie indudable y en línea resta atravesó la ciénaga de machete, asechado por un cardumen de sardina que se abalanzaban contra la canoa. El sol empezaba a escalar en busca de la cima y el viento que soplaba del rio desde la media noche, salpicaba el interior de la canoa y a todos nosotros. 
Recibida la noticia de tu estado terminal desde la tarde anterior. La angustia que me provoco el hecho de perderte, no me hizo pegar los ojos durante la larga noche, desde la madrugada estaba preparada con bolsa en mano, vestido con botines, al igual que mis compañeras de viajes. 
Residíamos en una casa antigua, ubicada en el sector nororiental, popularmente conocido: las Tangas, por la presencia constante de las aves marinas en el lugar. Dos meses atrás, cumpliendo tus labores domésticas te desplomaste en la cocina,      lesionándote contra la hornilla, el día que recibiste el primer infarto y viajaste al médico, para no volvernos a ver por lo menos con vida.
Cuando aún no salía el sol, un joven dedicado a las labores de mensajerías, sin expresar palabras algunas, tranquilamente nos recogió: Mi abuela, una prima hermana y yo, que andaba por los sietes años de edad. Después de varios palacazos, saludar una que otra persona tropezadas por la vía fluvial, finalmente, desembarcamos a una casa grande de eternit, tienda y una caja fresquera de propiedad de la familia de una hermana de mi padre, personal encargados de facilitarnos el transporte a tierra firme.
Después de los besos de cariños, culminados los saludos protocolarios, pasamos a la segunda casa donde servido esperaba el comedor para desayunar. Una hora más tarde abordamos: ESPERANZA, una canoa equipada de motor, gasolina suficiente y una tripulación experimentada en este tipo de travesía. 
Con una velocidad constante, entramos al caño de la barrita, un laberinto bordeado de mangles, de una milla de longitud, rápidamente salimos a puerto ancho, sobre la ciénaga grande.

                                                           II
El motorista una vez más desacelero su máquina, observo las novedades del nuevo recorrido y direcciono la proa al norte, señalando al parque nacional, su embarcación volvió a tomar impulso sobre el espejo de agua. El viento bajaba de la Sierra Nevada, siendo aún más fuerte y la canoa empezó a balancearse de un costado al otro, por estribor embarco varias olas que la semi hundió. El provero, corrió de la proa, su lugar de labores al centro de la embarcación, tomo una totuma de madera y achico la canoa durante el trayecto que faltaba.
A la altura del rincón de la ahuyama, un corral de pesca calentaba un cardumen de chivo mozo, El piloto arrimo a los botes ubicados por fueras del circulo de influencia de faena y el capataz del grupo le confirmo la venta de la captura por un valor de treinta pesos oro por kilos de chivo grande; que al final calcularon entre cuatro a seis toneladas, divididas en las veinte cincos unidades económicas pesqueras.
Pasada una hora, la canoa arrimo al puerto pesquero, sobre la reserva natural y distante casi un kilómetro de la vía nacional: Un desierto, de suelo de valvas de almejas, ostras trituradas, arena de mar y manglares verdes.             Un rancho hecho a base de retazos de maderas y habitado por una familia, un sinnúmero de pescadores, con sus canoas una al lado de la otra ranchando en el lugar. Todos juntos desembarcamos sobre el puerto costeño, comenzaba nuestro periplo por el continente. La tripulación camino con nosotros hasta la vía regional, más tarde logramos abordar un bus interdepartamental que transitaba hacia el occidente y la brisa loca empezaba a soltar las primeras ráfagas de viento del día. 
Antes de Palermo, el corregimiento ribereño magdalenense, el sol era muy fuerte, el calor y la humedad  ensopaba nuestros cuerpos por completos. El tráfico se hizo más difícil, por la confluencia de los carros que intentaban abordar el ferri, que los cruzara del lado atlanticense. Recorrido los más de treinta kilómetros lineales de la troncal del caribe y Pasada las once de la mañana, subimos al enorme carguero. Yo, a manera de recreación, salí a observar las pópelas del remolcador, una vez, el planchón se apartaba de la orilla. Mis compañeras notaron mi ausencia y llegaron donde me encontraba concentrado viendo las aguas revueltas de la importante arteria fluvial. Se construía el puente más largo del país, sobre el rio.  El desplazamiento fue rápido y ante de medio día estábamos pisando territorio Currambero.
                                                         IV
En completo silencio, rogaba a mi Dios que estuvieras bien de salud, contradiciendo lo que el comunicado alertaba. En la espera de un medio de transporte. Todos ubicados y cogidos de las manos para evitar un percance,           sobre una acera de la calzada de una importante vía vehicular al sur este de la arenosa, hasta nosotros se acercó un grupo de personas. Ali, sobrino mayor de mi madre, de una manera intempestiva nos informaba, la noticia trágica ocurrida la noche anterior: Había murto, pasada las veinte horas, en el céntrico hospital general de la puerta de oro y donde se hallaba internada, hacia un tiempo atrás.
 Un frio penetrante invadió mi cuerpo, intente desvanecerme, pero me mantuve en vilo, conteniendo por completo las ganas de llorar, no había experimentado el olvido y desde ese momento mi alma solitaria quedo triste para siempre. Desde el momento del deceso, la velación se realizaba en la casa de: Mohamed, hermano mayor de mi madre, su morada estaba ubicada al sur oriente, donde partimos de inmediato; en un populoso sector de la arenosa.
                                                          002
A Isabel, no le había alcanzado la vida para descifrar el camino que  le había tocado transitar: El asesinato de su padre siendo a un una niña, que no le permitió contar con su apoyo moral, muy recientemente, la repentina muerte de su madre, ligada a su enfermedad terminal, la habían dejado viviendo en un mundo de incertidumbre. Cuando sintió entrar a su lecho de gravedad, una corriente de aire fría, seguido de una enorme sombra negra, apoyada de un garabato, no había nada que hacer, pensó en su agónica existencia. La joven mujer, remembro su paso por el mundo, agradeció a Dios por la familia que le toco. Recordó a sus pequeños hijos y pensó seriamente en el destino que les esperaba sin madre. Agradeció lo bueno y lo malo que la vida le había ofrecido, cuando se dio cuente que hasta aquí llegaban sus sueños e ilusiones. Antes de enfrentar su triste mirada, con los ojos de la muerte.
  
                                                             002
Pasado el mediodía, llegamos al velorio, pocas personas acompañaban el cadáver que yacía dentro de la caja negra. Sara: una apuesta mujer de largas cabelleras, unos ojos de pájaro. Tía de mi madre, católica por tradición y responsable de los preparativos mortuorios, parecía ser la más dolida por la repentina partida. En el silencio sepulcral, de aquella alcoba lúgubre, y aferrada a la caja fúnebre, con melancolía y profunda tristeza lloraba torrencialmente sobre el ataúd. Cuando me vio llegar, se acercó a mí, acariciándome el rostro demacrado por el dolor. La elegante mujer, expreso de una manera repentina, pero con la sabiduría que dejan los años vivido, de ahora en adelante vas a conocer el sabor amargo del rechazo y el sufrimiento: Hassan.

 Sentenciado mi incierto futuro, sin mucha prisa, solo me tocaba esperar lo que el destino me deparaba. Mi vida deambulo entre el abandono y el olvido. La soledad y la miseria donde me desenvolví me hizo una persona tímida, así que me fue difícil establecer una relación de parejas, desconocí por completo el arte de la seducción, dicho de otro modo; no pude casarme y mucho menos tener descendiente, como hubieras querido que fuera, para conservar el linaje.                                                                        
                                                             II
La gente de confort de la puerta de oro, después de haber lucido su ropa tipo exportación y una vez pasada de moda, la regalaban o la vendían a cualquier precio, muchas terminaban en el mercado de grano de la arenosa, donde era rematada como ropa de segunda mano. Distribuida a granel y adquiridas por unos acaparadores, que pagaban unos precios muy bajos por su hallazgo.
Cuando tuve la mayoría de edad y empecé a generar mis propios recursos económicos, goce del privilegio de vestir al alcance de estas grandes marcas mundialmente reconocidas, de esta manera impuse mi sello en la moda y gracias a ser el cliente número uno de los hermanos: Manjarrez, que distribuían entre la gente pobre y a precios relativamente bajos estas joyas de la elegancia y el buen vestir.
Inconscientemente, cualquier día se podían estar navegando las calles, luciendo una camisa Versalles, pantalones de paños italianos y zapatos de cueros, verdaderas reliquias de la pasarela universal. Muchas veces por la noche, se volvía a la tienda y se pedía una embolada: En un frasco de vidrio, repleto de un líquido azul y fragancia natural; entre sus manos aparecía el tendero, atreves del mostrador, con una puntería  de gran precisión; aplicaba sobre la camisa una fumigada de la popular loción, quedando listo para las aventuras de la noche.  
Después de tu partida, nunca más me volví a poner una muda de ropa planchada y mucho menos bien aseada, las que lucía eran lavada a la carrera y la mayoría de las veces sobre agua reutilizada: Champurreadas o palomeadas. En mi adolescencia, cada semana me quitaba unos kilos de mugre y me ponía unas libras menos de sucio, siempre calientes por los rayo del sol, para disimular el desagradable olor del sudor y evitar el húmedo que provoca en la ropa usada el roció de la noche, llegando mi auto estima a los peores estándares de la miseria humana. Al  comienzo me incomodaba sobre la piel, me hacía falta la pulcritud a la que me acostumbraste, así me fui adaptando a mi nueva forma de vida y con el paso del tiempo se me convirtió en algo normal: Como vallarme una vez a la semana, incubar piojos en la pelambre, no comer a sus horas y mucho menos volver a la escuela.
El día que literalmente desperté viviendo en la indigencia, las palabras premonitorias de mi tía abuela, empezaban a cumplirse y mi vida desgraciada, se desboronaba sobre una avalancha llamada: Abandono.
                                                                FIN                                                         

miércoles, 2 de mayo de 2018

EL ASTILLERO

                                                     

                                                       
El quince de julio, habían tenido el privilegio de nacer la cuarta parte de la población, eso sí
en diferentes años y durante el siglo pasado. Un evento como este, solo se disfrutaba cada
cada años. A Medida que el tiempo transcurría, esta fiesta se había convertido en una fecha
memorable. Como había de convertirse para el siglo XXI, Santa Cecilia, una conmemoración
religiosa para los cientos de huérfanos que dejó la cruenta masacre.
Desaparecido el crepúsculo. Los anfitriones de la fiesta onomástica, notaron el desplantes de los
invitados de honor: Las familias más prestantes del pueblo, citados con un mes de anticipación.
Tio Migue, sobreponiéndose a rencores del pasado, autorizó a la menor de sus hijas para que
asistiera a la frustrada celebración de quién en el pasado fue su amigo y compañero de labores:
Veranillo Zorrilla. Una vez la elegante mujer cruzara la entrada principal de aquella lujosa mansión,
atrás sequía el desordenado populacho. Al vulgo, le había llegado la hora de celebrar, hasta que el
cuerpo aguante.
Desde el momento de la autorización y durante el tiempo necesario, la habitación de la casa
permaneció iluminada por una lámpara de caperuza. Ña María, madre de la joven mujer, caminó con
pasos ligeros hasta la hornilla y ajunto las pocas brasas que sobraron terminada su labor culinaria; al
instante de un horcón de palmiche donde guindaba de un alambre bajo una tartera de aluminio y la
puso sobre la lumbre a calentar, luego fue a la alcoba y trajo dos planchas de hierro, que lavó con
agua y jabón, las que seco con los trapos destinados a esa labor. Finalmente, las puso sobre la
tártara recalentada, para que tomaran el calor. Mientras acomodaba del mejor modo sobre la mesa
de comedor, la fina prenda de vestir para finalmente plancharla, de esa manera se mantuvo atenta
de los arreglos personales de su hija, sabía que debía lucir radiante:Rosario, conocida popularmente
como: Mora.
Mientras La divertida mujer, con un espíritu propio para prender la fiesta nuevamente, se ponía su
atuendo especial, un traje artesanal elaborado por ella a agujas y dedal. La casa donde se realizaba
la conmemoración, se empezaba a llenar de gente; eran centenares los regados sobre las trojas y los
sardineles. Aun ninguno de los asistentes, eran tan cercanos a la familia, para merecer el ingreso al
interior de la vivienda y mucho menos al patio donde servidos esperaban: El ponqué y los pasteles.
El sancocho de chivo mozo, humeante en el fogón, los chicharrones sobre los mesones de mangles
y la tinaja taquia de guandolo de piña, a los selectos invitados.
La inmensa casa, se había venido decorando con un mes de anticipación. Todos los objetos comunes,
se habían puesto en un lugar apartado. Los botes de tablones bastos y las canoas recostadas en los
alrededores de la casa, soportaban a la multitud. Para el dia de la gran fiesta, sobre las paredes lucían
las finas decoraciones y lujosos cuadros. El pick-up tocaban las canciones populares y que luego se
volvieron clásicas, en espera de los invitados.
Las diez puertas que hacían el acceso al interior de la vivienda.permanecían abiertas pero protegidas
con rejas de madera y debidamente custodiada por un miembro de la familia, para que no pasará
nadie que no hubiera sido oficialmente invitado al aniversario. El común de la población, que nunca
era invitado a semejante celebración, pero que tampoco necesitaba de invitación formal para asistir
a ella, fueron los primeros en arribar a la fiesta, en las afuera esperaban un momento de descuido y
colarse en la recepción.
Una vez publicada la orden. El boga seleccionado salió en busca de la nueva invitada, a la que tan
solo le dio una hora para sus arreglos personales. Mientras regaba la información de que finalmente,
había decidido estar presente en la fiesta la entusiasta Mora . Volviendo a despertar el ánimo del
pueblo por la frustrada pachanga. Su arduo trabajo y su constanza, la llevó a ganarse el respeto y la
admiración de los suyos y la de sus coterráneos, como la lideresa del pueblo. Su residencia estaba
ubicada en el centro-sur del morro: El barrio más antiguo del caserío, popular porque en tiempo de
prolongado verano se secaba totalmente e imposibilitando el libre acceso por sus fluviales vías.
El mismo sector que la horrenda madrugada de la masacre, albergó a mucha gente que huía en
busca de un refugio seguro.En esta misma casa y cuando debía de ser una una anciana y sentada
sobre la butaca de madera, sequía la transmisión televisiva, que llevaba la última ponencia de la ley
de víctima y restitución de tierra: La norma jurídica que reconocía a todas las víctimas del conflicto
armado interno, que ha padecido nuestra nación desde mediado de la década de los años ochentas
del siglo veinte.
Con el estilo que siempre la caracterizó  la Mora, camino a la alcoba, destapó el baúl y del fondo
sacó un traje de alta costura, confeccionado por ella en sus tardes de descanso. Una hora más tarde
el  mensajero regresó a recoger a su invitada, acababa sus arreglos de la compañía de su progenitora;
quien la llevó de la mano hasta la puerta del sardinel a la luz de la lámpara de gasolina. Lucía su traje
artesanal de paño vino tinto. Dentro de la oscuridad abrasante atravesó en penumbra el estrecho
sardinel y se embarcó en la canoa donde ya viajaban sus amigas y vecinas. En la fiesta, el populacho
repartido en las afueras.ansiosos esperaban bailar, así fuera una pieza con la hermosa mujer.
Minutos después de haber abandonado su hogar, a la fiesta llegó luciendo un par de zapatillas en
cuero, que hacía contraste con su atuendo. Su cuerpo brotaba una fragancia natural, el aroma que no
produjo loción alguna. Más bella que la reina que nunca quiso ser, una verdadera aparicion magica,
en aquella noche de oscurana.     
Los asistentes en el cumpleaño, se sorprendieron al ver aquel el ángel encantador.El cielo de repente
se llenó de luces intermitentes. Mora levantó su mirada encantadora, su rostro retocado por el rubor,
su tierna piel humedecida por el rocío de la noche y con su gutural sonrisa saludó a los presentes.
Calmadamente, subió al concurrido sardinel; para esa hora llevaba suelta su cabellera castaña,
revuelta totalmente por la brisa.
Por primera y última vez, el morro vei andar sobre una pasarela a la diosa veneciana, la mujer más
hermosa del mundo. La muchedumbre alegre, siguió el elegante desfile de la esbelta mujer, que a su
paso dejó una estela de florales, hasta el sitio seleccionado para el agasajo: el astillero.  
Era una mujer estrictamente correcta, pero demasiado alegre. Su padre murió siendo aún una
adolescente, poco después de la fiesta onomástica. Hasta la muerte de su madre, se convirtieron
en seres sufridas, transcurrido el tiempo,pasó a ser el apoyo físico y moral de sus hermanos mayores,
hasta que estos aires abandonaron el mundo.
Con el duelo que siempre la acompañó y cuando piensan que el tiempo cura las cicatrices del alma,
se convirtió en la lidereza más reconocida y respetada de su comunidad. No descansó un solo instante
en reivindicar sus derechos y el de su población vulnerada. Una joven llena de coraje, carácter y
valentía; de palabras claras, con una única convicción: La verdad verdadera.
“Todo tiempo pasado fue mejor“ frase que a diario repite y que nunca se cansó de pronunciar cada vez
que alguien escarbaba sus recuerdos. Había contado con el privilegio de vivir los tiempos prósperos
de la eco región, libre de violencia ni temor ni hambre ni angustia.
Por la noche y después de diez largos años, asistió a la ermita, la encontró como en sus mejores
tiempos, repleta de gente. Se abrió paso por dentro de la multitud agolpada en la plaza, era como
recordar otras épocas. Lucía el fino atuendo de toda la vida, el vestido que como ella nunca pasaron
de moda.
Entró a la iglesia por la puerta principal, se santiguó, dio gracias a dios y caminó hasta sentarse de
frente al altar, el lugar seleccionado para ella.El cura empezó a oficiar la santa misa, en la
conmemoración el párroco habló de perdón y reconciliación.
Desde hacía mucho tiempo no había tenido un día tan agitado; por la mañana recibió a las
personalidades del estado y asistió a la instalación formal del evento, minutos más tardes se acomodo
del mejor modo posible sobre el piso de la iglesia y por primera vez escuchaba las versiones libres
de boca de sus victimarios.
La fiscalía tercera para la justicia y la paz, desempolvar el material fílmico y se los mostraba a las
víctimas de la masacre de el morro. Los postulantes narran lo acontecido de forma modo y hechos,
a través de la enorme pantalla y por primera vez, ella escuchó de sus victimarios pedir perdón público,
por los horrendos hechos cometidos. La altruista mujer, como el resto de la población había aprendido
a perdonar, sin tener que olvidar a sus muertos. Por la tarde. hizo la fila para la inscripción en el
registro único de víctimas y mientra memorizaba su código familiar, que pasaba los tres millones,
hasta entonces no había sido más consciente de la gravedad de los hechos; pensó que era
demasiado sufrimiento y había que ponerle fin a esta guerra fratricida, para esto confiaba en la normas
jurídicas existente. Volvió a su realidad cuando recibió sus primeras ayudas de carácter humanitario
y en sana calma dio su primera entrevista para el canal institucional.
El país se enteraba, que su abuela materna había llegado al pueblo, desplazada de la violencia
bipartidista de mediado del siglo XX, a raíz de la muerte violenta de su abuelo. Pasado un corto
tiempo la familia cambió el oficio de la agricultura por la pesca artesanal y otros se iniciaron en el
comercio con la plaza ujueta de la lisa seco-salada, con la que durante el siglo, se ha preparado el
plato típico de la costa, haciéndole un aporte importante a la gastronomía del caribe.    
Con el paso del tiempo, cuando aún se agudizaba el conflicto, hizo aportes importantes que
permitieron humanizar la guerra, dio luces a las diferentes reformas de carácter judicial y normas que
protegían a las víctimas de violación de los derechos humanos, cada vez que era socializadas por el
ejecutivo.     
Nunca fue ajena a las sentencias promulgadas por la corte constitucional y la noche que la sala plena
del congreso de la república. aprobaba la ley de víctimas, Ella, en cuerpo presente    estuvo atenta
que se aprobara la nueva norma jurídica. respetando los estándares universales del derecho
internacional humanitario.
Conservando su belleza primaveral, pudo deambular por la vida hasta donde la memoria colectiva
recuerda: Eterna juventud, don obsequiado por la madre naturaleza por lo menos hasta el
resarcimiento de sus derechos vulnerados durante la guerra fratricida del último cuarto del siglo XX.
La lideresa, acercándose a sus noventas años de vida, no recordaba el día que un presidente de la
república, pedía perdón público a un país azotado por tantas guerras civiles, miles de sentencias
extrajudiciales, violación a los derechos humanos y mucho menos por la infracción al derecho
internacional humanitario.
La información divulgada hablaba de la existencia de un centro a la memoria histórica, reconocimiento
al buen nombre y a la honra y quizás la existencia de un museo en honor a los afectados; así como
tratamientos fisicos y psicologicos. Justo lo que había buscado durante la última década, cuando
dedicó su vida al reconocimiento público de la verdad.
Era la ocasión perfecta para una vez más lucir el fino atuendo, el mismo que vistió tiempos atrás
en la fiesta onomástica, el confeccionado por ella en sus tardes de ocio, el que ha permanecido
medio siglo en el fondo de aquel baúl. El mismo baúl, que durante el siglo pasó de una generación
a otra, como uno de los tantos patrimonio de la legendaria familia.
La anciana, a medida que escuchaba la promulgación de la nueva norma jurídica, su rostro era
golpeado por el aire renovador de la reconciliación. Perdonando al instante a sus victimarios y a unas
autoridades tolerante con los violentos. Renovada por completo, a su memoria aparecieron sus seres
queridos muertos y desaparecidos en esta oleada terrorista y solo así, pudo empezar a vivir libre de
rencores y odios, la vida digna que merecía.       

                                                            fin